viernes, enero 05, 2007

El viaje


Planeamos con mis amigos viajar. Todos estábamos muy animados, y así también uno a uno se fue negando. Primero Carlos que dice porque le agarró la depresión, luego Marysol que no podía ir sin Carlos. Y cuando al fin parecía que ya le habían dado permiso a Rosa, algo apareció para negárselo. Luego Erick era él que ya no viajaba. Quedábamos Javier, José y yo. Aunque no se sabía si Javier iría.

En fin. De pronto con la excusa de recoger la carpa en la casa de Mary, la manchita desahuciada estaba empinando el codo como sólo nosotros sabemos hacerlo. Y una caja, y dos. Y rosa se va. Y yo me voy quedando jato horas después de ver la turbulenta vida de Jim Morrinson.

Entonces el amigo de José, Arturo se animó a viajar. Y a las 8 o nueve de la mañana Carlos de un momento a otro dice: Vamos a viajar. Palabra bendita seríamos más, y la pasaríamos mejor. Obvio ya imaginaba que podía hacer yo con Arturo y José, no más que aburrirme con sus conversaciones de la gente de la Bausate. Kerván, Kerván ese nombre lo habrán repetido como 100 veces en el todo el viaje.

Por una serie de sucesos omitibles. Ja. Salimos de Acho a eso de las 6 y algo, si no me falla el tiempo. José se sentó a mi lado, y Arturo para el frente. Sin embargo (ja) tuve que prender el radiecito para no aburrirme con la primera parte (de las 15 que vendrían) de la gente de Bausate. Y me quedé jato. Desperté cuando estábamos por Pasamayo (Pasamayo maldito, ja) y ya no volví a dormir hasta llegar al destino, Huaral.

El pariente de Marysol nos recibió y prometió en recogernos en unas horas. Mientras tanto nosotros compraríamos alimentos y bebidas (básico). Dos cajas de cerveza, dos vinos y un champagne (donado por Arturo) y un pollo y cuarto para comer.

Luego de unos minutos de espera, de muchos minutos de espera, de demasiados minutos de espera. Apareció el primo de Marysol y nos llevo a su casa, pero en el lugar nos recomendó que mejor si queríamos acampar, fuera en un sitio más grande. Primero nos llevó por una canchita de fútbol, con la cual no pasaba nada. Y siguió manejando unos minutos más. Era el desierto. Ja. No de Sahara. No. Era arena. Y nosotros nadie más.

La paranoia apareció cuando el primo de Mary, se fue a su casa para traernos unas cositas. Carlos vio en el cielo luces, no de aviones. No. Luces azules y amarillas que subían y bajaban. ¿ovnis?. Todos nos mirábamos asustados, sobre todo Carlos. A mi por rato me daba risa, pero por ratos no. Ay. José fue el más valiente, jamás lo hubiera creído. Jamás. Yo tenía miedo pero no quería irme a la bulla, a la bulla de Huaral. Prefería quedarme allí con mi susto. Y como si eso no fuera poco unos sonidos de animales se escucharon y una mariposa negra salió de la arena. El lugar era paranoia pura.

Leonardo, y su familia llegaron trayéndonos más cosas de las que hubiéramos imaginado, muchas más. Nos armaron el campamento. Con una mesita, dos sillas, hielos, vasos, la leña, el kerosene, etc. No se olvidaron de nada. Realmente fueron muy amables. Y se fueron cargando nuestro espanto, y la misma alegría con la que llegaron.

Cenamos, nos abrazamos, tomamos unas cuantas fotos. La perra llamó y me malogró todito el viaje, le preguntaba al imbécil por mi, que no pase nada conmigo, que nada, y él todo tarado decía: no va a pasar nada. Sin embargo entre tanta rabia y pena apareció el mensaje precioso de año nuevo, de mi querido amigo Jaime, y al rato su llamada, lo máximo. Tome un vaso de cerveza, tome dos, tome tres, tome cuatro, tome cinco, tome seis, tome, tome. Empecé con el vino, un vaso, dos, tres, cuatro. Cigarrillos. Y a eso de las casi tres estaba ebria. José apareció a mi lado en la carpa, sólo recuerdo que yo peleaba con él y nos mirábamos. Me dormí.

Cuando desperté a mi lado estaba Arturo, y 40 moscas dando vueltas, y un sol, y un sol.
Ofuscada por el sol, las moscas y Arturo, salí de la carpa. Y me senté a pensar, cuando a lo lejos vi en la cima del cerro a un hombre, que me llamaba con sus manos, me asusté, porque me pregunte como era posible si éramos los únicos allí. A los minutos Marysol abrió su carpa y le señalé a aquel sujeto del cerro. Es José, ha subido hasta allá con dos botellas de cerveza. me dijo. Me reí. Confieso que me hubiese encantado caminar hasta la cima del cerro, pero no podía seguía molesta. No podía ir hasta allá así me pareciera súper divertido el asuntito de llegar a la cima del cerro. Estaba dolida y rabiosa.

Leonardo vino a recogernos por la mañana para llevarnos a su casa, en donde nos bañamos y almorzamos un súper caldo de gallina y pollo. José no despertaba, ni por la comida, se había caído una vez del bajo del cerro y tres veces jugando fútbol con los niños de esa casa. Despertó al rato y nos fuimos a Chancay, estuvimos unas horas allí. Yo lo seguía odiando. Él estaba tan borracho que mi odio no le importaba o tal vez ya lo había aburrido mis celos, únicamente entendibles por mi, que era la que absorbía el dolor. Arturo, Marysol y Carlos estaban bien.
 
posted by Octavia at 9:54 p. m., |

1 Comments:

  At 7:38 p. m. Anonymous Anónimo said:
Si, solo fui a chupar donde Maryso, pero como siempre la pasamos super bien, sabes que los extrañe como mela, por un momento estaba a punto de chapar mi mochila e ir con ustedes de verdad....los quiero muchoooooooooooooooooooooooooo!!! lo saben!!!!