Imbécil a fuerza de besar el tiempo

Subía entonces al micro verde que me lleva del trabajo a casa, cuando no se bien que fue lo que paso (ni en que momento) sólo que el grito de una señora (Su zapato, su zapato, decía) me aseguró de que mi zapato rojo, lado izquierdo había volado estrepitosamente por una metida de pie del cobrador (de pata diría yo). Cuando volteé y vi a mi querido zapato en plena avenida comandante espinar abandonado, sólo atiné a decirle al chofer ¡Señor pare, pare mi zapato se ha caído! Claro con un zapato menos y con el otro pie con la media al aire, pensé que el culpable de que mi calzadito esté tirado media cuadra atrás, lo iría a recoger, mientras yo me quedaba con un pie levantado enseñándole a todos los pasajeros las medias a rayas que traía hoy, pero no. En efecto el cobrador bajó del carro, pero no precisamente para traerme mi agamuzado mocasín, sino para que la datera del lugar le firme su tarjeta ( o no sé que). Como siempre he pensado uno no debe esperanzarse en la gente, bajé así sin un zapato del carro, apurada pues alguna combi podía aplastar a mis tabas, molesta por tener que ensuciar mi media con toda la mugre de la pista. Hasta que llegué, me sentí más tranquila pero de regreso al micro verde, vi que todos la gente que iba en el mencionado transporte estaba volteada percibiendo la escena entre mi zapato rojo y yo, algunos reían de lado. Yo estaba furiosa, y sólo atine a decirle al cobrador ¡Tu debiste ir a recoger mis zapatos, tu los votaste! ¡Te pasaste! Él respondió no señorita lo que pasa es que.. (no pasa nada mierda, no jodas me daba ganas de decirle, me has hecho hacer el ridículo caminando en plena avenida sin un zapato) mientras sus amiguitas las dateras se burlaban de él (y claro seguro de mi) tras mi reñida.

Subí y todos me miraron con cara de burla, y victoria, recuperaste tu trofeo, chibola parecían decirme algunos. Entonces el carro arrancó.