sábado, octubre 07, 2006

La unión


Jamás me había sentido tan yo, como cuando estaba con él, en nuestras conversaciones no era necesario, que yo finja de payasa y decirle una zarta de sonseras y más sonseras. Nos reíamos poco pero eramos felices, y nunca dejabamos de hablar, interasadisimos siempre los dos de lo que pudiesemos decir, y escuchandonos tanto.

Era eso, era su no tener que decir cosas ante el silencio, era su no abandono el que lo volvía inolvidable, era su paz... su inacabable paz...que por la noche podría volverse pura furia en mis brazos, y que yo apacigua, y cerrabamos los ojos, nuestras bocas se juntaban sin separarse, y yo abría mis ojos, para verte para saber que eras tu, un sueño concreto, y te besaba en la nariz, y te sorprendías, y hacías lo mismo y yo me reía. De pronto entre tanto beso, acariciabas mi cabello y era yo riendome de nuevo, con esa risa de niña incontrolable, por ese encanto que producías en mi con el roce de tus manos y las cosquillas, las cosquillas querido. Yo era inmesamente feliz, nunca tanto, nunca tanto. Luego te sentabas, prendías un cigarrillo para mi, otro para ti, hablabas de literatura. Yo te escuchaba echada en tu pecho (el mejor lugar del mundo), y muchas veces no entendía nada de lo que decías, por la obnubilación que producian esos dos ojos marrones en mi. Entonces la noche avanzaba, y yo debía volver a mi casa. Cogía mi bolso, y tu prendías dos cigarrillos más, y caminabamos hasta que tu regresabas nuevamente a tu soledad, y yo en breve entraba otra vez a mi nostalgia.


 
posted by Octavia at 3:07 p. m., |

0 Comments: